La Historia siempre ha sido una de mis grandes pasiones, aunque jamás le he sabido responder como lo merecía. Tres veces he estado matriculado en la licenciatura de historia y una en historia del arte… y nunca he terminado. Se unen mi falta de constancia y mis responsabilidades laborales, a veces tan agotadoras que cuando llego a casa lo que menos me apetece es ponerme a estudiar. Y sin embargo estos cuatro intentos me han servido para afianzar conocimientos de la época y la cultura que mas me fascinan, las del Mundo Antiguo, que abarca desde el surgimiento de las primeras ciudades estado en torno a los Ríos Tígris y Eufrates, hasta la caída del imperio Romano de occidente en el año 476 (Último emperador Rómulo Augustulo), aunque el Imperio Romano de oriente (Imperio Bizantino) no desaparecerá hasta 1453 con la caída de Constantinopla a manos del Imperio Turco.
Por otro lado, hay que destacar el hecho de que esta parte de la historia, que tanto me apasiona, se estudia solo en una asignatura de un año de duración. Si estudio una carrera por placer lo que no quiero es engullir conocimientos: a la antigua mesopotamia y al Imperio antiguo Egipto tan solo se le dedican unas docenas de páginas en el libro de texto. No era mi idea. Yo quería recrearme el los personajes y las épocas de la historia que amo: el Imperio Persa, la Grecia clásica, Alejandro III (el grande), la división del imperio por sus generales, los Tolomeos en Egipto, la historia de Egipto en general y en particular aquellos faraones que me fascinan (Akenaton – el faraón hereje-, Hatshepsut la mujer que se hizo faraón, Ramses II… ), el morbo hacia los primeros emperadores Romanos de la dinastía Julia-Claudia (Calígula, Nerón…) y la fascinación hacia los emperadores de origen hispano de la dinastía Upio-Aelia como Trajano y Adriano.
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