SI NO SABES AMAR, TU VIDA PASARÁ COMO UN DESTELLO

domingo, 11 de octubre de 2009

JOSE TOMÁS ó TESEO EN EL LABERINTO

NOTAS SOBRE LA HISTORIA DEL CULTO AL TORO O LOS ORÍGENES DE LA TAUROMAQUIA

Mucho antes de que el hombre tuviera conciencia de su humanidad; mucho antes de que el ser humano pudiera intuir sus sueños y anhelos; mucho antes de que la raza humana pudiera ni tan siquiera imaginar de hasta donde los llevaría su propia historia;…en aquel momento oscuro en que se vagabamos errantes por el mundo intentando buscar un lugar sobre la faz de la tierra guiados por los sentimientos mas primitivos de supervivencia como el hambre, la seguridad o el frio;…en aquel momento en que la noche era el miedo y la luz la calma; en aquel momento en que el rayo atemorizaba como atemorizaba la muerte; en aquel preciso instante tan lejano en que los hombres no pudieron explicar sus miedos y terrores… entonces, ante la indefensión, nació Dios. En ese preciso instante el ser humano imaginó seres supremos que dominaban la naturaleza y los destinos de sus clanes y entonces el miedo encontró consuelo y aunque los dioses fueran terribles, también podrían ser bondadosos y amables si se los sabía contentar…así fueron creados hombres para comunicarse con los dioses, nacieron los cultos, los ritos, las ceremonias…nacieron los secretos y los misterios y del temor más primitivo del ser humano brotó la semilla de religión.

Es en este punto intemporal, más allá del horizonte de la historia, cuando el hombre comenzó a mitificar al toro como animal de gran fuerza que gobernaba y representaba a la cruel naturaleza en estado puro como atestiguan pinturas de cuevas como las de Altamira, Lascaux, Font de Gaume o Chauvet. No nos quedan, de aquel mundo demasiado viejo para nosotros y demasiado nuevo para sus habitantes, más que un puñado de conjeturas e interpretaciones vagabundas que jamás sabremos si son suficientes para acercarse ni tan solo al quicio de la realidad, pero la realidad palpable es, que cuando se introdujeron en la oscuridad de una cueva y decidieron inventar lo que a algunos les cuesta reconocer como “Arte”, lo primero que se representó, lo primero que fue adorado, fue al antepasado del Toro (el Uro) que debió ser una bestia brutal, pues allí, en la gruta de la caverna, en la conciencia colectiva del sobresalto, impresión, fascinación o terror que producía aquel animal, quedo grabado y ya viajó de unos a otros hasta hacerse un mito extendido por Asia, Mesopotamia y todos los países cercanos a la mediterránea. Así, fue en los albores de la humanidad, cuando se fraguó el culto al Toro que aun hoy sobrevive.

































Siglos después, en lo que arqueólogos e historiadores han dado en llamar el Creciente Fértil, en torno a los ríos Tigris y Éufrates (Mesopotamia, actual Irak y Siria) nacerían la escritura, las primeras civilizaciones y la Historia propiamente dicha. Sumerios, Acadios, Babilonios, Hicsos, Hititas, Mitanios, Casitas, asirios y Persas compartirían asimilarían y transformarían dioses y creencias religiosas muy comunes. Muchas fuentes tienden a otorgar la exclusividad primera de los dioses que gobernarían Mesopotamia bajo diversos nombres a Sumer, el resto, según fueran ocupando estadíos de poder y hegemonía en la zona generando los primeros imperios, conquistarían la fértil tierra, pero asimilarían los cultos de esta primera civilización. En los cultos primigenios de los sumerios (3000 a 2340 a. C) ya aparecía una trinidad de dioses poderosos, complementarios y enfrentados, fundamentales para regular el curso del mundo y organizarlo para evitar el caos. Todos los pueblos que vendrán a dominar después aquel creciente fértil adoptarán esta religión poblada de otros dioses de menor importancia de apariencia zoomórfica, según una lista encontrada en Nínive, se contabilizan más de 2500 deidades. Sin embargo serán estas triadas de dioses más importantes las que Mesopotamia llegará a exportar a otras muchas culturas…de las tradiciones religiosas de la zona no solo beberán los pueblos que la habiten, la tradición hebrea compartirá muchos puntos en común con la tradición mesopotámica: el mito de la creación, la expulsión del paraíso, el diluvio universal…también encontraremos en la tradición Sumeria algo que se expandirá entre los diferentes pueblos que habiten el creciente fértil y que será otro nexo de unión a través de las edades del hombre en toda la mediterránea: de nuevo el culto al Toro, aunque ahora más elaborado..o mejor conservado gracias a la escritura cuneiforme en tablillas de arcilla y a las representaciones artísticas.

Así, el poema Sumerio de Gilgamesh (hacia el año 2000 a.C) se considera la epopeya más antigua que se conserva. El propio Gilgamesh es nombrado o reconocido en algunos lugares como el hombre-toro, por su bravura, su valentía y por sus representaciones como hombre melenudo y de largas barbas que se enfrenta a leones a los que vence como si se tratase de gatos.


La lucha entre toros y leones será una constante en el arte de la zona como atestiguan algunos bajorrelieves de palacios de la época. Se trata de una metáfora en la que se enfrentan las fuerzas creadoras y destructoras de la naturaleza, en cualquier caso necesarias ambas para gobernar sobre el caos. Lo realmente interesante del poema de Gilgamesh es que al héroe los dioses le crean un amigo en igualdad de fuerzas y valentía (Enkidú), que como representación de las fuerzas vivas de la naturaleza en contraposición al civilizado Gilgamesh en muchos conos (o sellos) acadios Enkidú aparecerá con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Ambos amigos lucharán contra el temible Toro celeste, al que vencerán despertando hacia ellos la ira de los dioses que como castigo harán morir a Enkidú. Gilgamesh quedará destrozado y desde ese momento comenzará un viaje para encontrar el elixir de la vida eterna.










EnMesopotamia el toro siempre fue un dios celeste y lunar, representando sus cuernos la luna creciente. Entre los Hurritas e Hititas esta mitología pervivió de forma que el dios toro, identificado con la noche, conocido también como dios de la tormenta, era el encargado de llevar al dios del tiempo Teshub. En algunas de estas culturas el dios de la tormenta y el trueno se representaba con un rayo en una mano y en la otra un hacha de pie sobre un toro, en otras el dios aparece como un toro con un rayo sobre su lomo. Así, según el estudioso y erudito Mircea Eliade “El conjunto Cielo-Lluvia-Toro-Gran Diosa constituiría uno de los elementos de unidad de todas las religiones protohistóricas del área euroasiática (Baa, Min, hadad, Teshup…). El dios Tauromorfo tenía una función genésico-agraria en las que los “Dioses taurinos del rayo” son esposos de la gran diosa madre (la tierra o el sol), no venerarán su carácter celeste, si no sus posibilidades fecundadoras. El cielo es la región donde “muge el rayo”, donde se forman las nubes y se decide la fertilidad de los campos, la región que fecunda y decide la continuidad de la vida sobre la tierra. Según se creía, para que el ciclo se cumpla, el toro ha de ser sacrificado, su sangre ha de ser derramada y su carne ingerida. Por eso el toro sería el animal sacrificial que se utilizaría para adorar al Dios. La fertilidad llegaba gracias al sacrificio del toro.”


















Señales de esa adoración serán desenterradas en nuestro tiempo en los ajuares funerarios ayados en las tumbas reales de Ur, donde existen muchas representaciones de toros, así mismo no podemos obviar las esculturas colosales de los toros alados de Sumer como los que se encontraban a las puertas del palacio de Sargón II (710-705 a. C), los del palacio norte de Asurbanipal en Nínive, o ya en época Babilónica los situados en Persépolis en la puerta de Jerges, todos ellos, con más de 7 metros de altura, tenían cuerpo de toro alado, cabeza de hombre y eran considerados espíritus protectores. Actualmente sabemos que están repartidos por el mundo, se pueden observar en el British Museum de Londres, en el Louvre de Paris o en la propia triste, solitaria y expoliada Percépolis…otro de estos toros monumentales se hundió en el mar cuando estaba siendo transportado.











En Egipto la fuerza creadora sería representada por la diosa con cabeza de vaca (a veces también representada con cabeza humana y unos cuernos que sostienen el disco solar) Hathor.

Posteriormente se identificaría con el dios Apis. Los sacerdotes dedicados a su culto adoraban en el templo al toro mas hermoso de todo Egipto y cuando moría la ciudad se cubría de luto, se le brindaban funerales de estado y se le daba una momificación y un enterramiento digno de un faraón. En 1851 el arqueólogo Auguste Mariette desenterraba en la necrópolis de Saqqara el Serápeo, una tumba con una gran cantidad de sarcófagos de gran tamaño y al abrirlos, en su interior, contenían las momias de los toros que en vida representaron al dios Apis.

Cuando Egipto es conquistado por Alejandro magno y al poco de visitar el oráculo del oasis de Siwa de donde sale transformado en un dios en vida, regresa a Babilonia, donde muere en extrañas circunstancias. Entonces estallan las disputas entre sus amigos de infancia, a la vez sus generales y según algunas fuentes también sus asesinos, para disputarse su imperio. Ptolomeo gobernará en Egipto proclamándose faraón, asimilando la cultura egipcia y a la vez incorporando nuevos elementos Helenizantes. Será en esta época ptolemaica que terminará con la muerte de la famosa Cleopatra cuando Apis, encarnación de Ptah, será asimilado a Osiris y denominado Serapis.


De hecho la palabra egipcia “Ka” era utilizada en un contexto religioso para denominar la fuerza o poder vital que era lo que se debía preservar en el proceso de momificación y las posteriores envolturas de la momia en diferentes sarcófagos que como muñecas rusas se encajaban unos dentro de otros, pero la palabra “Ka” también significaba “Toro”.

Si para no aburrir al lector evitamos entrar en más detalles y pasamos hacia el Egeo allí encontraremos que la mitología y los cultos siempre han estado fuertemente vinculados al mundo del toro. En el origen de la mitología, Dionisos, el dios del vino, de la inconsciencia y de las bacanales en las cuales se decía que se llegaba incluso a comer carne humana, vivía en un mundo caótico que en los orígenes era habitado por titanes. En ese momento Dionisos es representado como un toro o como hombre con cabeza de toro presidiendo sus bacanales. Cuenta la mitología arcaica que será cruelmente asesinado bajo la forma de un ternero por los titanes y posteriormente devorado. Por lo que en esta época será un dios de la resurrección. Así mismo la diosa Hera (la tierra) estaba fuertemente vinculada al toro. En un himno a su culto procedente de Olimpia, en una festividad en su honor, también se invitaba a Dionisos a aparecer como un toro “con la furia de sus pezuñas”. Recordemos también brevemente el mito en el que Zeus transforma a su amada Lo (hija del dios Inaco y Melia) en vaca para que su mujer, Hera, no descubriese su infidelidad. Cuando Hera descubre el engaño manda un tábano para que martirice a la pobre Lo.

El mito del toro siempre estuvo muy arraigado en Creta de donde beberían los Griegos, así, fue famoso en la antigüedad el Toro de Creta, el que, según una leyenda, Poseidón regalo al rey de Gnosos: Minos (el rey Minos, a su vez, era hijo del amor entre Zeus y Europa, noble fenicia, raptada por Zeus bajo el disfraz de un hermoso toro blanco )

para que éste lo sacrificara en su honor, como hacía cada año con el mejor de sus toros. El rey al ver el magnífico animal que había surgido del mar intento engañar al dios sacrificando a otro. Poseidón enfurecido recurrió a artimañas para que la mujer del rey, Parsifae, se enamorara del toro y mantuvieran una relación zoofilica de la que nacería otro animal terrible: el Minotauro, que solo se alimentaba de carne humana. El toro de Creta, con el paso del tiempo se convertiría en un animal fiero y terrible que atemorizaría a pueblos y destruiría poblaciones hasta que se le encomendara a Heracles (Hércules) capturarlo como uno de sus famosos trabajos. Creen los historiadores que en Creta perduró la tradición de la taurocatapsia durante siglos(los participantes en estas festividades, de ambos sexos, saltaban por encima de un toro agarrándose a sus cuernos), tal y como se representa en algunos jarros y frescos minoicos.



















La historia de Asterión, el minotauro, es aun mas fascínate. El hijo del toro de Creta y Parsifae, esta criatura que según narra Apolodoro tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro, según crecía se hacía más salvaje. Minos pidió a Dédalo construir una enorme jaula que lo pudiera contener y de la que no pudiera escapar, así que el ingenioso Dédalo ideó y construyó el laberinto. Paralelamente una ofensa de Atenas contra Minos desató una guerra de la que los cretenses resultaron vencedores, entre las cosas que se les exigió una de ellas fue entregar como tributo siete jóvenes y siete doncellas atenienses cada 9 años como sacrificio para el Minotauro.
Sería Teseo, el héroe ateniense hijo de Poseidón y Etra (según otra tradición era hijo del rey de Atenas, Egeo y Etra), el que varias décadas después decidiría acabar con el minotauro para liberar a Atenas de la terrible condena del rey Minos. Infiltrado voluntariamente entre los jóvenes que se ofrecían al minotauro, cuando fueron presentados al rey Minos, Teseo conoció a Ariadna, la hija del rey, que se ofreció a ayudarlo a cambio de que la sacara de Creta (hay quien cuenta que fue amor, otros que se trataba de una argucia de Ariadna para huir de la sobreprotección paterna). La cuestión es que justo antes de entrar al laberinto Ariadna le dio secretamente a Teseo un ovillo de hilo que lo ayudaría a salir del laberinto y una espada con la que finalmente Teseo acabaría con la vida del Minotauro (hay otros mitos que dicen que acabó con él a puñetazos) Si imaginamos como debió ser el combate entre el minotauro y Teseo en el centro del laberinto, podemos intuir que debió ser algo muy similar a lo que se ve hoy cuando se asiste a una corrida de toros. Algo similar a un laberinto resulta también el lugar por el que el toro accede a la plaza.
















Pero aun podemos encontrar otras similitudes y referencias sorprendentes unidas con el culto al toro: en el antiguo testamento, libro sagrado para los hebreos, el Éxodo cuenta como tras liberar Moisés al pueblo de yavhé de la esclavitud egipcia, en el desierto, Moisés subió al monte Sinaí para hablar con dios, como el tiempo trascurría y el profeta no regresaba los hebreos pidieron a Aarón (hermano de Moisés) que les hiciera dioses que “marchen delante de nosotros” hacia la tierra prometida. Aarón pedirá a mujeres, hombres y niños que entreguen sus joyas y aros de oro, los fundirá y creará al becerro de oro. Al bajar Moisés del monte Sinaí con las dos tablas de piedra con las leyes escritas por el propio dedo de dios quedaría horrorizado al contemplar el jolgorio casi bacanal del pueblo de Israel adorando al toro de oro. Lo haría quemar y las cenizas mezcladas con agua, se las daría a comer a aquellos incautos, no sin antes “al ver que el pueblo de había desenfrenado” pedir un sacrificio mayor para restablecer la ofensa causada al dios cruel y vengativo del viejo testamento. También hay escritos que narran que toros jóvenes eran sacrificados para marcar las antiguas fronteras de Israel.
Iberos, fenicios, tartesos y cartagineses también tendrían ritos y mitos asociados con el toro como demuestran las pocas pruebas que de algunas de estas culturas nos han llegado a través de marfiles, estelas, objetos litúrgicos o estatuas.




















En el siglo III de nuestra era, en un momento en el que el imperio Romano, que adoptó los dioses de todas las tierras que conquistó, pero sobre todo a los mitos griegos que a su vez fueron adoptados de los cretenses, en ese momento histórico en que el imperio romano comenzaba a hacer aguas por ser demasiado extenso y tener unas fronteras mal defendidas, estar mal administrado y resultar inseguro no solo debido a las incursiones barbarás que ya habían llegado a la propia Roma en alguna ocasión, sino también a las propias luchas internas por el poder y la indefensión de los ciudadanos hacia saqueos y abusos por los propios soldados en ocasiones transformados en maleantes, los dioses romanos quedaban demasiado lejos de las personas que para llegar a ellos tenían que recurrir a un clero que les hacía de intermediarios entre ellos y el dios. Así, aunque ya desde mucho antes habían penetrado desde Asía o Egipto ritos como el Hermético o el culto a Isis, sería en esta época cuando proliferarían los ritos “mistéricos” que se popularizarían entre todas las clases sociales. La principal ventaja era la participación activa del creyente que en ellos entraba en contacto directo con el dios. Entre ellos, el mas fascinante, bajo mi punto de vista, fue el culto a Mitra.
Mitra era un dios iraniano del sol, representado en muchos casos como un león, recordemos el paralelismo con los antiguos relieves de la lucha mesopotámica entre el león y el toro en el que el toro representaba la primavera y el león el verano, el origen de este paralelismo era astral ya que en época antigua el equinocio de primavera tenía lugar con el sol en la constelación de tauro y el de verano en la de leo, conexión que se mantendría viva durante todo el imperio romano. Así el culto a Mitra volvería a traer la adoración al toro sagrado común en todo el mundo antiguo, incluidos ciertos mitos de origen hindú (el dios Shiva es representado como una vaca o un toro), sin embargo en la mediterránea el culto a Mitra se centraría en la tauroctonía, la muerte del toro astral en el culto al dios.























El culto a Mitra, introducido en roma por las legiones fronterizas en Asia se extendió por todo el imperio rápidamente. En él, lo más interesante es que el dios asumía la forma de un toro que era sacrificado ante creyentes, según algunos escritos para iniciarse en el culto se dejaban bautizar con la sangre del toro que se derramaba sobre ellos, en cualquier caso esta sangre del dios era bebida por los acólitos y su carne consumida para entrar en comunión con la deidad. Así, el cristianismo surgirá bajo forma de religión mitraica, cuyo eje central era la tauromaquia, el acto de dios matando al toro. En el cristianismo Jesús, el hijo de dios, se transforma en el cordero del señor y es sacrificado por los hombres para que la salvación de la humanidad sea posible, después, en la ceremonia de la misa (un ritual mistérico en toda regla) el sacerdote transformará “mágicamente” el vino en sangre y el pan en carne de Jesús, con la cual los creyentes se transforman en antropófagos devorando a su dios tal y como ocurría en el culto mitraico.
Tampoco esto queda tan lejos de la fiesta de los toros actual, pues existen restaurantes como “las Piletas”, cerca de la Maestranza de Sevilla donde la gente puede comer la carne de los toros matados durante las corridas. Así cierta reminiscencia del culto mitraico continua viva en nuestra tauromaquia.
Un par de notas curiosas respecto al cristianismo, desde antiguo aparecerán las representaciones iconográficas de los que se han dado en reconocer como los cuatro evangelistas en los tetramorfos, donde cada uno de ellos es recreado metafóricamente con una forma de animal: Lucas será el Toro. Otro dato interesante, es que en torno al año 257 el cristiano Saturnino fue enviado como obispo a evangelizar Tolosa, en la Galia, allí la gente adoraba a Júpiter pues el culto cristiano aun no estaba muy extendido y como este parecía no cumplir últimamente los deseos de los habitantes estos pidieron al obispo Saturnino que sacrificara ante el templo de Júpiter a un toro. Al negarse Saturnino, los habitantes se enfurecieron contra él y lo ataron al toro que pensaban sacrificar, luego lo azuzaron de forma que Saturnino fue arrastrado por las escaleras del templo y su cuerpo fue despedazándose a lo largo de la carrera del animal, Saturnino de Tolosa fue canonizado por su martirio por defender su fe cristiana y posteriormente también sería conocido como San Cernín o San Fermín.























Toda la breve (y aseguro que es breve por que el culto al toro está muy documentado en diferentes culturas del mundo antiguo) es tan solo una pincelada para arrojar luz a aquellos que dicen que la tauromaquia española actual es una fiesta bárbara e inculta…las corridas de toros actuales nos unen con la historia, nos retraen a un tiempo místico en el que el toro es un dios que entabla una lucha en el laberinto…reminiscencia de un mundo antiguo y pagano cristianizado para sobrevivir. Una lucha ancestral entre hombre y naturaleza, opuesta y complementaria, un rito en el que cualquiera de los dos contrincantes, hombre o toro, puede resultar vencedor, de aquí el arrojo y la valentía del torero, un héroe mitológico, un Teseo que expone su cuerpo ante el animal. Podría dar una explicación simple argumentando que como andaluz los toros forman parte de mi cultura, mamada desde pequeño en mi tierra y por la afición de mi padre a ellos, pero la realidad es que cuando era mas joven no me gustaban y fue a base de ir descubriendo lo que se oculta tras ellos lo que me fue seduciendo, así como cierta conferencia de F. G. Lorca sobre el tema. Ahora, cuando veo una corrida de toros, como a la que asistí con mi hermana Gema, el pasado día 27 de septiembre en la Monumental de Barcelona en la que toreros como José Tomás o Morante de la Puebla torean de tal forma que el toro roza sus cuerpos, donde se juegan la vida en cada lance, tengo en mente toda la tradición que perdura tras este espectaculo y no puedo evitar que el vello se me erice y la carne se me ponga de gallina, pues en el centro de la plaza, bajo la mirada atenta y expectante de los aficionados, José Tomás es un héroe mitológico y antiguo, es Teseo en el laberinto exponiendo su vida en la lucha contra el minotauro.

13 comentarios:

  1. He dejado adrede que se enfriaran los ánimos y que pasara algo de tiempo para volver a hablar sobre José Tomás y para defenderme de las injustas y torcidas acusaciones de las que he sido objeto. No soy un detractor de José Tomás. Es más, yo fui uno de sus primeros partidarios cuando el de Galapagar era un novillero cuasi desconocido. Y después, ya matador, cuando ha estado bien, se lo he cantado como el que más. Pero ni su trayectoria ni su actuar ante el toro han sido uniformes. Y como siempre he criticado estas irregularidades, he sido designado como antitomasista, mientras sus partidarios me vilipendiaban. Se está exigiendo una adhesión inquebrantable y ayuna de crítica negativa hacia el torero. Y por ahí no paso. José Tomás tiene grandes virtudes, pero también grandes defectos y actitudes absolutamente intolerables. Y no me van a callar. Estoy en mi derecho de ejercer mi libertad de expresión. Discrepo de la horda tomasista en tres aspectos:

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  2. 1.- Su escasa técnica y poco temple. José Tomás tiene personalidad, mucha clase y en los momentos claves de su carrera ha sido capaz de arrimarse de verdad. Esto le ha convertido en un torero de gran interés, pues los toreros de clase, en general, no han sido de los que se arrimaban, y los toreros que se han arrimado normalmente no han tenido clase. Tomás, al conjugar los dos elementos, se puso legítimamente en primera fila. Pero...

    A cualquiera que observe el asunto con un mínimo de objetividad, le saltará a la vista la técnica precaria y la destemplanza del torero. Estos graves defectos, paradójicamente, le han favorecido, pues siempre gravita el ¡huy! y la emoción de la inminente cogida. Pero, seamos serios, estos son los vicios castizos de los que hace ya muchos años hablaba Bergamín. Al buen torero se le valora la destreza, esto es, la capacidad de dominio del toro y la limpieza en el trazo. Nada más feo que una faena llena de enganchones. Y muchos enganchones suele haber en la mayoría de los trasteos de José Tomás. Muy quieto, muy compuesto, pero mucho banderazo, mucho muletazo sucio y mucho amasijo con el toro. Observen las faenas, salta a la vista.

    José Tomás no ha tenido el temple quintaesenciado de Antonio Ordóñez, el Viti, Dámaso González, Manzanares, Paco Ojeda, Espartaco, Enrique Ponce... Contemplar una faena de cualquiera de los citados es una delicia: se ve esa armonía líquida, donde el toro sigue absorto el engaño sin que se produzca ni un solo enganchón. Nada más feo que el enganchón. A José Tomás le desacreditan y le rebajan, por más que unos cuantos teóricos del absurdo hayan querido elaborar toda una teoría justificativa del enganchón. El temple es una exigencia ineludible del buen torero. Quien no templa, no será tan buen torero. Dicen que es el paladín de la pureza, pero ¿hay algo más impuro que un enganchón? Y que no me cuenten que tan cerca no se puede templar. ¿Acaso Dámaso y Ojeda no lo hicieron?

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  3. 2.- Su modus operandi. Un diestro que no ha terminado nunca una temporada completa y que prácticamente no ha toreado ni en Pamplona ni en Bilbao (dos o tres tardes en cada plaza en los últimos quince años) tiene asignaturas pendientes. La capacidad de resistencia, es decir, la capacidad de acudir a todas las ferias de marzo a octubre y triunfando con regularidad, ha sido una exigencia indispensable para todas las figuras del toreo. Todas ellas lo han hecho y, durante muchos años, a lo largo de sus respectivas carreras. José Tomás aún no ha hecho una temporada completa. Pamplona y Bilbao son los dos grandes templos del toro-toro, y una cita indispensable de todas las figuras del toreo. Sin embargo José Tomás prácticamente es un desconocido en estos cosos.

    Toda la vida de Dios las figuras han tenido enfrentamientos con los empresarios, pero al año siguiente el pleito se arreglaba y volvían a torear tranquilamente en sus ferias. Si una figura faltaba, por ejemplo a Sevilla, reforzaba su presencia en Madrid, Pamplona y Bilbao. Y al año siguiente ya había acuerdo con la Maestranza. Los desacuerdos eran puntuales y se solventaban de un año para otro. Con José Tomás se rompe esta tendencia. Lleva años instalado en el conflicto constante y permanente. Aquí no, allí no y tampoco ahí. Se ha guardado muy mucho del toro-toro, de los compañeros molestos y de la televisión. Sus panegiristas nos han querido vender que la suya es una lucha contra el oligopolio empresarial. No es cierto. Se trata más bien de una estrategia para obtener la máxima rentabilidad con el mínimo riesgo posible. Cosa muy legítima, por cierto, pero impropia del mejor torero que dicen es.

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  4. Alguien dirá que el año pasado cortó siete orejas en Madrid. ¡Hombre! Algún gesto tiene que hacer de vez en cuando para mantenerse arriba. Si no hubiese toreado el año pasado en Madrid, su reaparición no hubiese tenido credibilidad ninguna. Pero ya hemos visto la espantá de este año... No cuadra muy bien que la primera figura, teóricamente, no vaya a comparecer esta temporada en ninguna de las cuatro grandes ferias: Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao. Y ha querido tapar el desdoro con la encerrona de Barcelona: Bien preparada y mejor vendida a un público incondicional y entregado de antemano, y con la mayoría de la crítica previamente dispuesta a su favor.

    Porque esa es otra: cuando hace algo especial es siempre en un ambiente propicio y trunfalista. Torear en Madrid o matar seis toros, cosa que vienen haciendo todos los toreros durante toda la historia con la mayor naturalidad, se nos presenta como una gesta única en el mundo. Y llega entonces el triunfo prefabricado y magnificado. En otras palabras, otro torero, por lo mismo, hubiese cortado un par de orejitas el primer día de lo Madrid del año pasado, y el segundo se hubiera dicho que estuvo muy torpe. Y de la encerrona de Barcelona se hubiese dicho que se le escaparon varios toros de lío gordo y que no cuajó a ninguno.

    Comentario aparte merece lo de la televisión. Si Raúl, por ejemplo, se negara a que televisaran los partidos de fútbol en los que juega, se le echaría la gente encima. A José Tomás le ríen la gracia. Estamos en la era de la televisión. No dejarse televisar, expulsar a los toros de la pequeña pantalla, es lo peor que le puede suceder a la Fiesta. ¿Por qué lo hace? Pues porque en el momento en que le vea todo el mundo por la tele se acabó el misterio. Los enganchones chirrían de modo especial por la pequeña pantalla y se vería que Tomás es un simple mortal como todos los demás. Le favorece el ambiente misterioso. Por esta razón torea poco, porque en el momento en que se prodigase, se acabarían los llenos. En el momento en que estuviese muy visto, todo el mundo tendía claras sus limitaciones. Y el toro-toro mejor no verlo porque exige más y pega más fuerte. Y, por supuesto, un torero acabado por delante y, si puede ser, otro que no haga sombra por detrás.

    Parece que este año las grandes empresas fueron a negociar con él con los pantalones bajados: de entrada no había televisión y todos dispuestos a darle un dineral. Y, sin embargo, José Tomás les dijo que no a todos. Evidente: el medio toro de las plazas de segunda cobrando precios astronómicos y rehuir los compromisos de gran responsabilidad, ha sido siempre muy criticado. Cuando una figura se quitaba de un sitio, le ponían a parir. Sin embargo José Tomás se quita de todas partes y le ríen la gracia. Esto es nuevo. Hasta ahora, cuando una figura no cumplía con su responsabilidad de figura, lo han breado. José Tomás no va a ninguna parte y todo el mundo le ríe la gracia. Increíble.

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  5. ¿Y el toro? Durante los últimos cincuenta años los aficionados se han lamentado constantemente de la propensión de las figuras hacia el toro más fácil e ingenuo mientras rechazaban las ganaderías más duras y difíciles. A pesar de eso y hasta la aparición de José Tomás, las figuras mataban prácticamente todos los encastes: Núñez, Atanasio, Santa Coloma, Murube... Pues bien, este Señor solo torea un encaste muy concreto y, dentro de ese encaste, las cuatro ganaderías que todos conocemos. Cuando se apuntó a una dura hizo el ridículo y no lo ha vuelto a intentar. Siempre pide el toro más fácil de la ganadería más fácil. Pues bien, los mismos que exigen gestas y gestos a los otros toreros, cierran los ojos y miran a otro lado ante las desorbitadas exigencias ganaderas del de Galapagar. José Tomás, santo patrón del monoencaste. Y nadie dice ni pío, obviamente.

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  6. 3.- Sus devotos. Entre los fieles de José Tomás hay gente de todas las clases. Por supuesto hay entendidos, buenos aficionados y gente muy educada y respetuosa. Con ellos ningún problema. Pero también hay otros partidarios absolutamente insufribles por snobs. La mayoría de ellos llevan en esto un cuarto de hora. Hace cinco años no habían pisado una plaza de toros y, con tan corto bagaje, se permiten el lujo de insultar y despreciar a quien discrepa de ellos. Solo por la ignorancia pueden llegar a afirmar que José Tomás es el mejor torero de la historia.

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  7. Cualquier persona medianamente versada en la historia del toreo sabe que desde un punto de vista ortodoxo, José Tomás es bastante menos importante que diestros como Gallito, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez o Paco Camino. Desde un punto de vista de dominio del toro, José Tomás está muy por debajo de Gallito otra vez, de Domingo Ortega, de Dámaso González o de Enrique Ponce. Desde un punto de vista heroico, José Tomás está muy por debajo de Belmonte, Manolete y Diego Puerta, capaces de arrimarse todos los días, con todos los toros, durante muchos años seguidos, y no en cuatro corridas de modo puntual. Y desde el punto de vista de la heterodoxia taurina, Belmonte, Manolete, el Cordobés y Paco Ojeda han supuesto mucho más para la historia del toreo que José Tomás. ¿Qué de nuevo ha aportado José Tomás al toreo? Nada ¿Ha superado técnica o artísticamente a los más grandes? No. Gallito, Belmonte, Chicuelo, Domingo Ortega, Manolete, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez, Paco Camino, el Viti, el Cordobés... aportaron algo y tienen mucho más peso en la historia que José Tomás. Por tanto, nombrar al de Galapagar como el mejor torero de la historia es un auténtico desatino.

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  8. Pero es que José Tomás tampoco está por encima de los mejores toreros de su propia generación. Ponce y El Juli le aventajan sobradamente en capacidad de lidia y sentido del temple; Morante, en clase e inspiración... Desde luego la actitud de los tomistas despreciando a los toreros que acabo de citar, es intolerable.

    José Tomás es un torero muy interesente que ha sabido conjugar su gran personalidad con el arte y el valor. Es un gran torero. Pero de ahí a nombrarle el mejor de todos los tiempos hay un trecho muy amplio. Y, desde luego, su actitud y modus operandi son absolutamente criticables.

    Recuerdo ahora con cariño, respeto y admiración a los partidarios de Curro Romero y de Rafael de Paula. Soportaban estoicos las guasas de las gentes e iban ingenuos y sonrientes a ver a sus toreros sin meterse con nadie ni insultar a nadie. Igualito que el talante agresivo e intolerante de muchos partidarios de José Tomás. Y todo este descalzaperros, a ¿qué es debido? Al snobismo. Nada más.

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  9. Hay mucha gente que quiere presumir de entendida sin serlo, que solamente dice tópicos. Y José Tomás, ensalzado por la generación de críticos más sesgada y/o ignorante de la historia, les ha venido al pelo. No todos los críticos son sesgados y/o ignorantes, por supuesto, pero sí algunos de los que ocupan las tribunas más influyentes. A veces produce risa y otras indignación ver cómo pontifican desde el púlpito (porque ellos sí que tienen púlpito) gentes que llevan en esto cinco minutos y saben muy poco del asunto. Los hay, sí, que llevan en esto toda la vida y que saben. Pero es tal la red de amistades y compromisos en que andan envueltos, que no tienen más remedio que remar a favor. Todos los snobs que querían presumir de saber de toros se apuntaron al tomasismo. Luego, la bola de nieve no ha hecho más que crecer... La bola se derretiría en cuanto José Tomás se dejase televisar y torease un año ochenta corridas de toros. Entonces solo le verían los defectos, como ha sucedido siempre cuando las figuras se prodigan. Y entonces me quedaría yo solo diciendo que, a pesar de ciertos defectos, José Tomás es un grandísimo torero. Porque cuando el aire cambie de dirección, los mismos que hoy le ensalzan hasta el delirio serán los primeros en sacarle los ojos.

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  10. La interrelación entre el fenómeno José Tomás y lo políticamente correcto es evidente. Ya saben: todo el mundo repitiendo mentiras evidentes para no caer en la incorrección política. En esta democracia se ha impuesto la tiranía de la corrección política. A nadie se encarcela por decir algo, pero si ese algo discrepa de la verdad oficial, el discrepante es condenado al ostracismo y se le nombra oficialmente imbécil. Y las gentes, ante el miedo de sentirse despreciados y apartados de la sociedad, admiten la mentira. En los medios de comunicación hay muy poca gente capaz de decir a las claras lo que piensa sobre muchísimos temas. Decir, por ejemplo, que Franco hizo alguna cosa bien, conlleva automáticamente la muerte social de quien se atreve a afirmarlo. Pues algo así está pasando en nuestro pequeño planeta de los toros. Muchos no dicen lo que piensan por miedo al ser despreciado y al rechazo social. Este clima de coacción es intolerable.

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  11. 4.- Declaración de intenciones. Se estará de acuerdo conmigo o no, pero creo que argumento lo que digo. No espero la loa ni el aplauso y admito la discrepancia razonada con argumentos. Pero lo que no voy a volver a consentir es el insulto y el ataque personal porque yo, en lugar de insultar, intento razonar mis afirmaciones sin pretender ofender a nadie. Y tengo el derecho a expresarme libremente.

    Y otra cosa: mientras muchos sacan tajada del pastel y viven de esto, yo pago religiosamente mis entradas y mis abonos (y en su caso, mis hoteles). Mi afición me cuesta dinero y no me da ni un céntimo. Y, equivocado o no, escribo de toros solamente por mi afición absolutamente desinteresada hacia la fiesta de los toros.

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  12. ahora lo que me faltaba, tb te gustan los toros?

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  13. no sé quien eres para que sea tan importante para ti, como dices: ahora lo que me faltaba...es que te has llevado mas decepciones? oye dime quien eres y asi intentaré entender tus decepciones, pero te has ido directamente al final para poner un comentario o te has leido entero el artículo? si te lo has leido entero conoces la respuesta a tu pregunta

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