SI NO SABES AMAR, TU VIDA PASARÁ COMO UN DESTELLO

jueves, 10 de septiembre de 2009

NOCHE ANDALUZA DE LUNA LLENA o EL DIA MENOS PENSADO PUEDE CAMBIARTE LA VIDA PARA SIEMPRE

CRÓNICA DE UN PARTO
Los médicos les habían dicho a principios de semana que si en esos días Mari carmen no se ponía de parto, el sábado 5 de septiembre tendría que ingresar en el Hospital Reina Sofía Materno Infantil de Córdoba para que se lo provocaran.
No me lo pensé, el viernes por la tarde compre un billete de ida y vuelta en el Ave para ir el sábado por la mañana y regresar el domingo por la tarde. Quería participar de ese momento tan especial que iba a cambiar definitivamente nuestras vidas, pero, lógicamente, y en especial las de mi hermano y mi cuñada.
Llegué al hospital a eso de la una y media. Mari Carmen estaba en una habitación que compartía con una chica joven a la que hacía semanas se le rompió la placenta y la tenían controlada esperando el máximo posible de tiempo para sacar al bebé que si todo iba bien sería sietemesino y tendría que terminar de desarrollarse en una incubadora. Mª Carmen tenía toda la buena cara que puede tener una mujer que ha llevado hasta el final el embarazo de dos mellizos que en la actualidad pesa cada uno mas de tres kilos. Tenía una barriga descomunal, cuando la vi hace mas de un mes pensaba que aquella barriga no podría engordar mas, pero lo había hecho. Decía que aun no tenía ninguna molestia pero la habían bajado por la mañana a monitorizarla a ella y los bebés y estaba teniendo contracciones cada diez minutos, aunque ella decía no sentirlas. En ese mismo momento llegó una enfermera la pasó a una silla de ruedas y bajamos a la tercera planta para que volvieran a monitorizarla y ver si estaba dilatando.
La tercera planta del hospital tiene una sala de espera con sillas distribuidas en forma de cuadrado en torno a una mesa. Un pasillo junto a los ascensores conduce hasta otra habitación sin sillas donde está la puerta de entrada a la habitación donde monitorizan a las embarazadas. Desde allí, si están preparadas y han dilatado lo suficiente una enfermera sale y comunica a la familia que van a pasar a la embarazada al paritorio. Les pide que recojan las cosas que tienen en la habitación que ocupaban en la planta de preparto, pues luego pasará a neonatología, y que el padre se preparé para entrar cuando se lo digan para poder acompañar a su mujer en el parto.
Al cabo de dos horas de espera y paseos entre la puerta y la sala de espera Mª Carmen volvió a salir en silla de ruedas. Aun era pronto. La devolvían a la habitación y excepto novedades, la volverían a bajar en un par de horas. Le aconsejaban pasear un poco y descartaban cualquier forma artificial para provocar el parto que debía ser natural.
A eso de las seis de la tarde Mª Carmen rompió aguas. Su compañera de habitación comentaba que hacía unos días una mujer paseando por el pasillo también había roto aguas y desde la habitación pudo escuchar como se rompía la placenta que sonó como cuando se revienta un globo de agua.
Mi madre pidió a las enfermeras que avisaran al médico para que volvieran a bajarla a monitores, pues ahora si le comenzaban a doler las contracciones y los riñones. No tardaron en venir a por ella y tras varias horas de espera en la, ya conocidísima puerta de los monitores, la volvieron a sacar y la mandaron a su habitación, pues aunque ya comenzaba a notarse las contracciones aun tenía que dilatar más.
De nuevo en la habitación mi hermano le cogía la mano a su mujer para ir controlando las contracciones que tenía cada cuatro minutos. Ahora la Mari ya no hacía tan buena cara, aunque aguantaba bien el dolor, con cada nueva contracción no podía disimular una mueca.
Durante la tarde las enfermeras comentaban que estaban desbordadas de la cantidad de embarazadas que estaban llegando. Siempre había escuchado que las noches de luna llena muchas mujeres se ponían de parto. Alguien me confirmo que, efectivamente, hoy había luna llena.
Un señor entró en la habitación con un gran ramo de flores preguntando por Gemma Nierga. Le dijimos que no era allí pero el nombre era el de una famosa periodista catalana, ¿o era una simple casualidad? Días después supimos que realmente era ella, que estando en Córdoba se había puesto de parto y había tenido un bebé sietemesino que estaba en incubadora.
A alguna hora intempestiva rozando la media noche volvieron a bajar a mi cuñada a la sala de monitores. Deseábamos que la pasaran ya al paritorio pues aquellas horas de espera hasta que salía se hacían cada vez más interminables y angustiosas y mucho mas cuando tras la espera la devolvían a su habitación diciendo que aun no estaba preparada.
Volvió a ocurrir, aunque ahora nos aseguraron que la próxima vez que bajara seguramente ya pasaría al paritorio, ahora aconsejaban que comiera algo y descansara un poco pues la noche sería larga para ella. Su madre, mi madre y mi hermano no se retiraban de su lado. Yo decidí salir a fumar con mi tío Antonio y pulular un poco por el hospital que parecía desierto. Luego me senté en el pasillo desierto, junto a la puerta de la habitación de mi cuñada y leí un rato.
A eso de las dos y media de la madrugada bajaron, una vez más, a mi cuñada a la sala de monitores.
Varias familias, sobre todo madres, hermanas o nueras de embarazadas ocupan la sala de espera. Los futuros padres montan guardia junto a la puerta por la que las enfermeras introducen a las parturientas. El suelo de la habitación donde esta esa puerta es el mas reluciente de todo el hospital…cientos, miles de padres, lo han pulido en su angustiosa espera cubriéndolo de inquietos pasos perdidos, pues solo eso pueden, caminar hacia ninguna parte, o mejor dicho, caminar los hace pensar que ya están mas cerca del preciso instante en el que conocerán a ese bebé con cuyo rostro llevan soñando nueve meses.
Las enfermeras salen para avisar a tal o cual padre de que se preparen para entrar. Al cabo de varias horas se abre la puerta y sale una cama con una mujer de cara descompuesta pero feliz, a su lado un bebé y escoltándola, un padre con cara de bobo y ojos llorosos. Cada vez que anuncian que un nuevo bebé ha nacido el padre sale a abrazar a familiares y amigos y a otros tantos desconocidos que le damos la enhorabuena mientras esperamos nuestro momento, ese en el que angustia se transforma en felicidad y alborozo y la larga vigilia se da por terminada.
En esta noche andaluza de luna llena que ilumina Córdoba descubro que los hospitales hacen al ser humano vulnerable y humilde. A todos los que compartimos la noche interminable nos une la expectación y la espera y se crea un espacio íntimo en el que se comparten confidencias y angustias entre extraños. Las futuras abuelas, en la sala de espera rememoran los partos de aquellas hijas, ya mujeres, que ahora están a punto de ser madres o de aquellos hombres, siempre niños en el corazón de una madre, que ahora serán padres. Las emociones están a flor de piel. Si un parto se alarga, compartimos la angustia ajena y damos ánimos, cuando llega el feliz desenlace los hombres no muestran pudor en llorar junto a las mujeres. Cuanta energía positiva fluye en este lugar en el que el milagro de la vida se hace carne.
Mientras esperamos mi hermano, un desconocido y yo sentados en el suelo junto a la puerta, sale un hombre al vernos nos dice jocosamente, debido una necesidad suya de desbordar su euforia: ¡ha sido niño! ¡Soy papá!
Una enfermera sale por la puerta para avisar a mi hermano de que Mª Carmen pasará al paritorio, debe estar preparado. Son las cuatro de la madrugada y a las cuatro y media le dicen que entre. Está inquieto pero seguro. Ahora ya no llegaran noticias desde el interior. Mi hermano se lleva su móvil para informarnos, si puede, de las novedades. No tarda en llegarnos un mensaje diciendo que le acaban de poner la epidural a mi cuñada y que ya está mas tranquila. Luego un silencio dilatado, tanto que la angustia lo hace infinito. Vagabundeo de la puerta a la sala de espera, de ahí al ascensor y del ascensor a la calle para fumar un poco. En la calle el hospital parece desierto. Imagino a mi hermano y su mujer en este momento que han deseado tanto y no puedo evitar emocionarme. Un hombre joven se acerca a mí y me pide un cigarro. Me comenta que tiene a su hija de diez meses en urgencias por diarreas y le están haciendo pruebas. Lleva más de seis horas allí y está desesperado. En unas horas tiene que irse a trabajar y no poder llevarse con el a la niña lo angustia. Cuando eres padre, me dice, deseas que cualquier cosa mala que le tenga que pasar a tu hijo te pase a ti. A caso este sea el resumen del misterio de la paternidad, una entrega total e incondicional.
Arriba, en la sala de espera de la tercera planta, las mujeres hablan de sus partos. Una Sra. que es de Montilla cuenta que cuando tuvo a su primer hijo lo parió en la ambulancia y que cuando llegó al hospital la metieron en bolandas directamente cogiendo las enfermeras desde las puntas de la sábana. Sale un padre a anunciar el nacimiento de su hija prematura que al cabo de unos minutos sale de la habitación metida en una incubadora. La abuela llora desconsolada, otras mujeres, desconocidas hasta ese momento y muy probablemente después de esos instantes seguirá siendo así, la apoyan y la animan y es sincero este consuelo que se prestan, la niña está sana y todos conocen a alguien que tubo un hijo en la incubadora y actualmente es un niño sanísimo. Dos mujeres en el ascensor me preguntan que qué espero…les digo que a mis dos sobrinos, que son mellizos. Se emocionan y me dicen que es muy bonito tener mellizos y criarlos juntos. Una de ellas tubo mellizos y todo el mundo la paraba por la calle de bonitos que eran. Las dos se ríen cuando yo pregunto si los ha tenido aquí. Sí me contestan alegremente, pero hace veinticinco años.
Mi hermano manda otro mensaje cuando la noche está a punto de terminar. Mª Carmen está dilatada de 8 cm y aun le quedan 2 para parir. Con la epidural y la tranquilidad han estado durmiendo unas horas.
Siempre había pensado, probablemente por culpa de las películas, que los partos son rápidos. Otro mal entendido es que la mujer comienza a parir justo después de romper aguas. De todo ahí en la viña del señor. Sin embargo lo que estoy descubriendo en estas horas es que en la mayoría de los casos y siempre que no haya riesgo para el bebé o la madre, actualmente, se prefieren los partos naturales y esto se puede dilatar mucho en el tiempo. Una mujer que haya roto aguas puede estar hasta 48 horas sin parir y sin riesgo para el bebé. Preguntando a padres y familiares que fueron llamados por la mañana para asistir a sus mujeres me comentan que llevan aquí desde el jueves, por la mañana del sábado han llevado a sus mujeres al paritorio y han parido a media tarde.
Salgo a fumar. El sol comienza a salir. El rocío sobre los rastrojos del trigo seco que se segó en agosto arrastra un olor indescriptible, familiar y primigenio que siempre en verano anuncia el Alba. En el cielo la luna llena aun puede verse mientras despunta el sol sobre el horizonte. Cuando llegué quería que mis sobrinos nacieran antes de que yo me marchase esta tarde de domingo. Ahora me da igual cuando nazcan, pero que nazcan sanos. Si no los veo hoy no es importante, porque tendremos toda la vida por delante para disfrutarlos.
De nuevo en la sala de espera. Se han marchado aquellas personas cuyos familiares ya han parido, pero se llena de caras nuevas y nuevas historias. Mientras veo filtrarse los primeros rayos de sol por la ventana pienso que hoy será un gran día. Un señor sube con una gran cantidad de churros. Es un futuro abuelo. Una de sus hijas y su mujer esperan aquí, la otra está ya en el paritorio. Su hija que se sienta junto a nosotros comenta que sabía que su padre traería churros pues cuando su madre su puso de parto de ella era mayo, vinieron al hospital y las enfermeras le dijeron que aun no estaba lo suficientemente dilatada, que les daba tiempo de volver a la feria y tomarse los churros con chocolate. Lo hicieron, y de vuelta también trajeron churros para las enfermeras. Desde entonces siempre que una de sus hijas esta de parto trae churros. El olor a churros invade la sala de espera.
Mi hermano sale. Nos dice que aun no está pariendo. Le han dicho que valla a desayunar y que probablemente después la pasarán a quirófano. Alguien ya nos había explicado que a una embarazada con gemelos o mellizos siempre la pasan a quirófano y no al paritorio, pues si hay complicaciones está mejor equipado. Tras desayunar volvió a entrar.
Cambia el turno de enfermeras. Las que están ahora, mas veteranas, tienen más en cuenta a las familias y cada dos por tres salen a dar noticias de cómo está tal o cual mujer: si aun está monitorizada, si está en el paritorio o si ya ha parido. Las que había en turno de noche eran una vergüenza. Primero porque no solo no informaban, sino también porque estaba pariendo el familiar de una de ellas y ésta cuando salía daba todo lujo de detalles del proceso a su familia, incluso traía fotografías pero a las otras dos familias que esperábamos no nos decía nada. Es una vergüenza que en un hospital público ocurra esto. Se puede entender que el familiar dé mas explicaciones a la familia pero por deferencia y justicia también tendría que traer noticias para el resto.
En cualquier caso la enfermera amable del nuevo turno nos informó de que Mª Carmen ya estaba pariendo y poco después llegó la noticia de que mis ahijados, Francisco y Ángela habían nacido. Siguieron unas horas de angustia de las que no quiero dejar constancia y que confío en que algún día se disuelvan en nuestra memoria, que casi eclipsan lo que realmente era importante. Lo importante es que mi hermano Francisco y su Mujer, Mª Carmen alcanzaron el seis de septiembre, rozando el medio día, un sueño fraguado hace ocho años…este domingo la fuerza del cariño y de la constancia se ha hecho carne. Mª Carmen y Francisco son padres de dos bebés sanos y preciosos y sus nuevas vidas, con ellos, cambiarán para siempre, por que ahora son papás… también cambiarán las nuestras. No puedo evitar emocionarme (los años me están haciendo débil) al recordar la cara de mi hermano al traspasar aquella conocida puerta de espera…y la de mi cuñada exhausta tras el parto…Resultó que la noche no era interminable, la noche andaluza de luna llena sobre la ciudad de Córdoba era una senda que había que recorrer para poder asomarnos a los ojos nuevos e inocentes de estos dos niños, Ángela y Francisco, mis ahijados, que nacen a este mundo, a veces cruel, pero siempre sorprendente y maravilloso. ¡Bienvenidos a la aventura de vivir!

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